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lunes, 21 de junio de 2010
Ominoso futuro
La tierra tiembla, Sudáfrica se sacude y los partidos comienzan al sonar incesante de las dichosas bubuselas. La emoción de un partido que comienza y la dicha producida por una anotación. Es un gol para sus conciencias. Cada gol que anotan, ustedes celebran o se lamentan ante un balón que atravesó la delgada línea entre el fanatismo y la compulsiva obsesión por un fulminante tiro que ejerció el jugador con potencia.
Se sienten feroces e indomables y no consideran que ya no tienen sombra. El sol ya no provoca el oscurecimiento del terreno de juego. Es una ilusión más creada por el televisor y las cámaras que buscan todos los ángulos posibles de aquella célebre jugada.
Dichosos aquellos que logran regocijarse ante ese espectáculo. Es la vorágine humana que se lanza hacia un precipicio donde los contenidos de los programas se reducen hasta su mínima expresión. Un grito. Una risa sin sentido. Un alud de sensaciones brevemente inocuas. La sensación que emana del fanatismo es resultado del adormecimiento general de la conciencia. La conciencia nunca buscó liberarse. Está encadenada y lamentablemente, las cadenas mentales son las que más pesan. Difícilmente se podrá desencadenar la reacción en cadena generada por la lucidez ante la vida.
Pensarán pero si tan sólo es un gol. Pensarán que son elucubraciones de mi pensamiento. Tal vez lo sean. Las cadenas son perpetuas. Algunos dirán que el deporte ya no es el mismo desde que lo mercantilizaron. Contratos jugosos que firman los jugadores, bailes al ritmo de la panificadora nacional y las redes sociales plagadas de mensajes breves y cortos que salieron cual vil feto de nuestros cerebros.
Me permito citar al brillante Perro Bermudez en una de sus disertaciones más plenas: Tiki tiki, taka ataca. La tuvo, la tuvo y la perdió. Me parece que sus comentarios son de los más eleborado tanto en su sintaxis como en su nivel elevado de vocabulario.
Me permito recordar las cinco repeticiones de un penal analizado por el preparadísimo equipo de Telerisa. Son la elite de México en Sudáfrica. Hacen comentarios atinados, chistes de un humor muy fino y poco comercial.
¿Y el ominoso futuro?
Esa fue la pregunta primigenia. Aunque a veces me desespere ante la proeza humana, siento en paralelo al caricaturista brasileño Jaguar que dice: Nadie es perfecto, pero todo podría ser peor.
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La trompetillas cuyo nombre no sé como se escriban me recuerdan bastante a un mosquito en la noche. He llegado a pensar que el fútbol me molesta bastante de manera auditiva, visual lo podría soportar (por lo menos un partido de vez en cuando) pero ese zumbido incesante, un narrador que te cuente justo lo que ves, que te griten a través de un televisor y que hagan unos chistes que, sin duda alguna, son de un humor tan elevado el cual no alcanzo a comprender, son razones suficientes para al menos ponerle "mute" al mundial; y también a toda la gente cuyo tema de conversación no sale de la cancha. Con respecto a lo que significa el mundial para muchos, creo que vale la pena reflexionar esta frase que me dijo una amiga al hablar del tema: Todo pueblo necesita su circo.
ResponderEliminarTristemente como tú lo mencionas, hace falta un narrador que te diga: tal jugador avanza por la banda, cuando uno lo está viendo. Ahora me hiciste recordar un poco La resistencia de Sábato y quizá ahora me sienta como el llamado "viejitoamargadonecesitosuperarlo". La frase que te dijo tu amiga me parece muy ad hoc a las entradas que quizá hayan sido malentendidas. Me enfoco hacia los medios más que nada. Un día siéntate a ver una transmisión de Telerisa o de TV Apestta y te sentirás vacío. Es una sensación un tanto desagradable pero que parece venir al dedo a millones de mexicanos.
ResponderEliminarGracias por comentar. A propósito las trompetas se llaman bubuselas o vuvuselas como sea que se escriban.