Jean Paul Gaultier 2011 Spring/Summer Haute Couture

Jean Paul Gaultier 2011 Spring/Summer Haute Couture

viernes, 30 de julio de 2010

viernes, 16 de julio de 2010

viernes, 9 de julio de 2010

La cazadora muda

Las miradas acechan. Los cuerpos riñen. Las sonrisas se cierran. Los labios se abren para que de ellos emane una palabra tenue y sorda. Ese palabra que quedó suspendida en el aire caliente y benévolo poco a poco se ha ido suavizando como la tierra que gota tras gota se torna de un color ocre oscuro y después claro. Los oídos esperan atentos como camaleones verdes y taimados al acecho de una mariposa vivaracha que coquetea entre las tupidas ramas que se entrelazan en las copas de los árboles.

La palabra se desvaneció y aquellos oídos que esperaban ansiosos a su llegada se han cerrado. Sus puertas no son más los jardines que ayer recibían visitas plenas de congojas, de reflexiones. Sus labios seguían abiertos y de ellos salían palabras, juicios; todos ordenados y críticos. Seguían al acecho de cualquier par de oídos que se acercarán a escasos pasos de ellos.

No se impacientaron y pasaron los días, las semanas hasta que por fin llegó. Llegó pisando fuerte y armó un disturbio en el ambiente. Los labios se habían quedado paralizados. Apenas brotaban algunas sílabas. Un te, un ta, un me, un fin. Los oìdos que llegaron estaban atentos y esperaban la rutilante aparición de los labios. Aquel tejido carnoso había cesado de emitir ruidos y se comenzó a despintar. Pedazitos ínfimos de un carmesí brillante caían a la tierra y lucían como confeti de sangre seca regada por toda el área. En poco tiempo se fueron secando aquellos labios y los oìdos seguían a la espera de cualquier reacción del tejido que para ese entonces estaba inmóvil y opaco.

¡Cuántas veces cerraron sus puertas y no dejaron que las palabras se enredaran alrededor de sus conciencias para armar una revolución quieta y pronto sofocada!
Ahora esos labios se habían sellado y nunca más se abrirían para pretender elevar su mundo a lo perfecto. Los oídos se quedarían escuchando el ligero eco que resonaba en la distancia. Aquel eco que le repetía sin cesar aquello que nunca quiso comprender.

Y ahora estos ojos que les han narrado todo lo sucedido entre aquellos tejidos han decidido parpadear y ahora ya no ven ni a los labios muertos y su confeti mortuorio ni a aquello que llegó pisando fuerte y exigiendo lo que siempre ignoró. Ahora sólo ven cuerpos sin cara, falsos como muñecas y muñecos de plástico o de porcelana que retozan por los suelos hablando y esgrimiendo con sus brazos y sus manos toscos movimientos. Vuelven a parpadear. Un lejano oasis que se cierra en torno al abrasador calor de mediodía. Vuelven a parpadear. Una escena y ve ante si a aquellos labios que antes de morir exhalaron: ¡Falso!