Jean Paul Gaultier 2011 Spring/Summer Haute Couture

Jean Paul Gaultier 2011 Spring/Summer Haute Couture

martes, 22 de junio de 2010

Una flor para recordar

Si por alguna extraña razón de la vida los dos últimos posts han generado controversia y a algún lector le haya incomodado algún post y percibe que mi opinión difiere de la suya en demasía; es completamente válido. Hay otras tantas cosas que leer que para que molestarse en acomplejarse con las habilidades argumentativas de un muchacho amargado de 17 años que mira sin escleroftalmia algunas cosas(para mirar algunas otras tiene miopía). De ahora en adelante todo será bello, hermoso, lindo, cálido, tierno pero sobre todo plural (como en los debates políticos). Todo en el mundo es completamente válido, ésa es la belleza de la posmodernidad (aparte de la multiculturalidad y la comunicación masiva)En otros asuntos, esta tarde estuve revisando mis archivos antiguos y me topé con este cuento. Cuando lo escribí fui feliz.

Una flor para recordar
Vivo en un lugar muy lejano de Rusia, cubierto de blanca nieve en pleno invierno, con un frío que cala hasta lo más profundo del alma de cualquier ser viviente,
Un día una pareja de unos treinta años viajaba en el vagón de un tren con dirección a Siberia. Dicen que Siberia es una tierra dormida donde se presume habitan seres mágicos como duendes y blancas hadas. Pero esto sólo es sólo leyenda popular.

La pareja de la cual te hablo se amaban mucho. La mujer era alta, bella, con cabellos como hilos de fino oro y una cara que te cautivaría el corazón con el simple hecho de mirarla unos cortos instantes. Me parece que cuando la vi escuché que su pareja le llamaba Ludmila. Él era corpulento y de cabello rubio con ojos claros como dos estanques de agua cristalina.

Ambos iban en un tren, amarrados con una soga como si los llevaran a su destino final. Yo vi que los dos derramaban unas cuantas lágrimas de tristeza. Vi que los dos se pararon en la orilla del vagón cuando el tren se dirigía a un túnel oscuro y húmedo. Antes de entrar al túnel saltaron del tren y cayeron estrepitosamente a un costado de las vías. Se quedaron paralizados unas horas. El golpe los dejó inconscientes y me acerqué cautelosamente para cerciorarme de que aun seguían con vida. Lo estaban, pues pude sentir el amor que latía en sus corazones.

Me alejé y me escondí detrás de un arbusto un poco chaparro pero lo suficientemente alto para que no me descubrieran. Al cabo de un rato el joven cuyo nombre era Viacheslav se levantó de su sueño forzado y vio a Ludmila tendida sobre una sábana de nieve. Nerviosamente Viacheslav le tomó la mano y pareciera que sabía mucho de cómo curar a las personas pues se acercó a un arbusto que para nosotros tiene propiedades medicinales, le arrancó unas cuantas hojitas y se las puso en la nariz para que recuperara el conocimiento. En unos instantes Ludmila se levantó un poco aletargada a causa de la contundente caída. Los dos volvieron en sí. Tenían la cara sucia. Estaba llena de lo que parece ser un polvo fino de color negro que hacía contraste con su tez blanca y descolorida. Anduvieron explorando la zona. Como es mi tarea vigilar parte del bosque de nuestro hogar los seguí pero guardé unos cuantos árboles de distancia de tal manera que no se dieran cuenta que un duende los estaba siguiendo y observaba cada uno de sus movimientos.

Los dos pararon en un claro del bosque pues se habían cansado de caminar sobre la helada nieve. Se recostaron uno junto al otro y se abrazaron. Yo fui a casa y avisé lo que había ocurrido. Me escucharon atentamente y mi rey, llamado Irianof, declaró que no representaban ninguna amenaza para el bosque; es más que le haría bien la presencia de dos mortales. Yo le comenté el gran amor que se percibía en sus corazones pero también le comenté que no se veían en muy buenas condiciones y que probablemente murieran de hambre o de frío.

Al día siguiente Irianof el magnífico me llamó. Junto a él se encontraba un hada más blanca que la nieve misma. Irianof nos encomendó seguir a la pareja y no perderla de vista para evitar que murieran. Nos dijo que si era necesario usáramos nuestra magia y los lleváramos al santuario de Andropov el sabio, pues él sabría como proceder.

El hada y yo llegamos a donde estaban Ludmila y Viacheslav acurrucados. Me acerqué sigilosamente y en el intento casi tropiezo con una rama que había caído de lo alto de un árbol. Vi que los dos delicados cuerpos yacían inertes en la nieve. El hada y yo entramos en pánico y con un conjuro les revivimos. Con otro conjuro los llevamos a la aldea y sutilmente los colocamos en un montón de hierba seca. En dos horas observé como se levantaron y se quedaron paralizados del susto de verse rodeados de pequeñas casitas. Vieron que había calderos burbujeantes y que de algunos hogares salía un particular olor a nuez moscada o mejor conocida entre nosotros como muskatnyi oreh. Enseguida los dos extraños quisieron irse corriendo pero los detuvimos. Sus miradas reflejaban terror, pero yo y mis compañeros no somos peligrosos así que las hadas los aletargaron con unos polvos mágicos.

Llamamos al sabio Andropov para que nos asistiera en la tarea. Primero nos dijo que debíamos cuidar de ellos, alimentarlos y curarlos. Después el plan sería convivir con ellos en armonía. No era tarea fácil ni para mí ni para nadie pues tendíamos a ser un poco cerrados con los recién llegados.

Al cabo de un mes yo me hice amigo de Viacheslav, salíamos todos los días a explorar la tierra dormida. Un día llegamos a donde hacía tiempo él y Ludmila habían caído. Yo le pregunté de quién huían y por qué habían decidido aventarse del tren. Él me respondió que tal vez no conocería las personas de quien hablaba. Yo le repliqué que no me importaba si no las conocía o si jamás había escuchado de ellas. Viacheslav accedió a contarme. Me dijo- que muy lejos de la aldea había un país llamado Unión Soviética que pretendía imponer un gobierno “socialista” y que había un señor que era el que representaba todo este movimiento que se llamaba Lenin o al menos así le decían sus compatriotas. Este sistema me dijo que era todo como de fantasía que todos eran felices e iguales, recibían lo mismo de comer de tomar e incluso que todos morían en igualdad de circunstancias no importando si tenías más o menos “dinero” –palabra que desconocía- hasta ese momento. Me explico que la idea en un principio era fabulosa y yo asentí. Sin embargo, me explicó que el movimiento degeneró y pronto todos empezaron a “morir de igualdad” y cuando la gente se rebeló a todos los que estaban en contra del movimiento los llevaban a morir a un lugar llamado Siberia donde decían, nadie te rescataría ni escucharía tus plegarias. Ese fue su destino y el de su amada Ludmila. Todavía no me había dicho la razón por la cual saltó del tren. Yo supuse que a lo mejor conocían la zona y encontrarían algún pueblo cercano. Pero mis suposiciones estaban erróneas, mi corazón se aceleró en el momento en que me develó que se habían querido suicidar, es decir matarse a sí mismos. No querían seguir viviendo pues el sufrimiento les desintegraba el alma cada día que pasaba.

Ya de noche regresamos a la aldea y cenamos unos abrikos (albaricoques) con un rico chai y nos dispusimos a dormir.

Yo sabía que no resistirían el frío por mucho tiempo y que no era ideal que dos humanos convivieran entre duendes y hadas.

El siguiente día fue el más frío de toda la temporada sabía que mis amigos morirían ese día, pero no morirían como lo hubieran hecho en Siberia o en Moscú. En esta ocasión morirían entre sus amigos.

Ocurrió lo previsto Viacheslav y Ludmila murieron ese día pero ocurrió algo que hasta hoy me sigue intrigando, cuando murieron un mes después una flor de color violeta nunca antes vista por la zona floreció en pleno invierno. Eso no es algo que se vea de a diario. La flor era bellísima con mucho pétalos lilas y morados en el centro unos radiantes tubitos amarillos que despedían un olor fragrante. Lo más curioso es que esa flor puede curar cualquier herida pero sólo sale en tiempos difíciles como cuando llegaron Viacheslav y Ludmila.

En la aldea la llamamos lubov (amor).

lunes, 21 de junio de 2010

Ominoso futuro


La tierra tiembla, Sudáfrica se sacude y los partidos comienzan al sonar incesante de las dichosas bubuselas. La emoción de un partido que comienza y la dicha producida por una anotación. Es un gol para sus conciencias. Cada gol que anotan, ustedes celebran o se lamentan ante un balón que atravesó la delgada línea entre el fanatismo y la compulsiva obsesión por un fulminante tiro que ejerció el jugador con potencia.
Se sienten feroces e indomables y no consideran que ya no tienen sombra. El sol ya no provoca el oscurecimiento del terreno de juego. Es una ilusión más creada por el televisor y las cámaras que buscan todos los ángulos posibles de aquella célebre jugada.
Dichosos aquellos que logran regocijarse ante ese espectáculo. Es la vorágine humana que se lanza hacia un precipicio donde los contenidos de los programas se reducen hasta su mínima expresión. Un grito. Una risa sin sentido. Un alud de sensaciones brevemente inocuas. La sensación que emana del fanatismo es resultado del adormecimiento general de la conciencia. La conciencia nunca buscó liberarse. Está encadenada y lamentablemente, las cadenas mentales son las que más pesan. Difícilmente se podrá desencadenar la reacción en cadena generada por la lucidez ante la vida.
Pensarán pero si tan sólo es un gol. Pensarán que son elucubraciones de mi pensamiento. Tal vez lo sean. Las cadenas son perpetuas. Algunos dirán que el deporte ya no es el mismo desde que lo mercantilizaron. Contratos jugosos que firman los jugadores, bailes al ritmo de la panificadora nacional y las redes sociales plagadas de mensajes breves y cortos que salieron cual vil feto de nuestros cerebros.

Me permito citar al brillante Perro Bermudez en una de sus disertaciones más plenas: Tiki tiki, taka ataca. La tuvo, la tuvo y la perdió. Me parece que sus comentarios son de los más eleborado tanto en su sintaxis como en su nivel elevado de vocabulario.

Me permito recordar las cinco repeticiones de un penal analizado por el preparadísimo equipo de Telerisa. Son la elite de México en Sudáfrica. Hacen comentarios atinados, chistes de un humor muy fino y poco comercial.

¿Y el ominoso futuro?
Esa fue la pregunta primigenia. Aunque a veces me desespere ante la proeza humana, siento en paralelo al caricaturista brasileño Jaguar que dice: Nadie es perfecto, pero todo podría ser peor.

jueves, 10 de junio de 2010

Fanatismo sin control

El Mundial de futbol se acerca y comenzará el desfile de fanáticos que se abrirán paso entre las bardas de metal y formarán parte de las miles de personas que quedarán pasmadas ante un evento de semejante revuelo e importancia.
Se ha gastado mucho dinero y al no conocer las situaciones específicas del país no me atrevo a realizar ningún juicio ni positivo ni negativo. Haré un análisis del evento a grosso modo.
Se trata de un evento internacional. Según la prensa escrita y oral, el evento representa la unión de culturas y formas de expresión. Sin embargo, ¿qué es lo que une a las personas? La respuesta es la superficie esférica de diversos materiales que se patea por los integrantes de cada equipo. El evento multicultural, en su afán de unión y cooperación nace de una obsesión enfermiza por conocer al otro. Es demencial e hilarante como desde un niño de 4 años hasta un intelectual de pinta seria balbucean con enorme emoción gol. Olvidan por un instante que están rodeados de la pesta humana que los acecha. Atrás del evento, su función principal es la de perpetuar el adormecimiento cerebral, ponerle una pausa sin fin al pensamiento y dejar que todo flote.
Mi mensaje claramente se contrapone al fanatismo de muchos y muchas que han puesto en su facebook: Arriba la selección, ora si ganamos, sí se puede, arriba el chicharito, arriba el cuau. Volteen a ver sus carteras y verán como las de los jugadores están repletas o quizá sólo tengna tarjetas de crédito y sus carteras estarán vacías. ¿Qué tienen en común? Ceguera ante el dolor, ceguera ante su permanente condición de esclavo mental. Me dicen: Disfruta la vida que es corta. Mi idea cruda y rasa del disfrute no es ver como una marabunta de humanos se patena las canillas y sudan sin control.
Las oficinas y las escuelas en México recibieron el permiso de que sus empleado y alumnos vean los partidos. Menuda distracción... Se les quemará el seso. ¡No lo hagan! Mi advertencia no será escuchada.
Les apuesto como alguna conductora de Televisa comentará con un acento ligeramente ingenuo y preocupón: O sea es que Sudáfrica se abre al mundo, y eso es muuuy padre porque o sea acaban de salir de eso del apartheid que fue una situación de segregación así como extreemaa y la neta no se vale. Bueno vamos a ver la cápsula con Shakira y sus súper canción Waka waka! Es LA canción.
El hecho es que el evento no es exlusivamente negativo, hay cosas buenas (yo las llamo agridulces) En teoría parte del dinero ganado se donará para la educación en África. No creo que alguien viva para ver al mundo sin pobreza y con educación. No les conviene a las empresas. Sin embargo, me enternece parcialmente ver los comerciales proeduactivos fomentados por la FIFA.
Mi visión negativa y amarga de tal evento no corresponde a un sistema emocional en las que la felicidad y el bien común sean factores vitales. En tanto, corresponde a un sistema lógico y anguloso que busca observar al mundo y a la gente desde dentro.
Alégrense porque la pasión ha comenzado...
Nuestro año 2010...
Nuestra sociedad... Podrida
Y la reacción... Siempre será: ... La misma